sábado, 20 de agosto de 2016

Lecciones para envejecer segùn Carl Jung

      Lecciones  para envejecer según Carl Jung


Existen dos formas de enfrentar la muerte: aferrados a la vida o con decisión frente a la incertidumbre. Ante el umbral de lo desconocido y la despedida de todo aquello que conocemos, el último suspiro va en sintonía con el pensamiento final; esa minúscula libertad de decidir cómo afrontamos el tema que nos ha perseguido desde la infancia. Un concepto que quizá nos brindó nuestro primer gran golpe de realidad, y que nos acompañó cada día de nuestras vidas. Alguien que supimos nos vencería finalmente pero que comprendimos nos daba ventaja. Con el aparecer de las arrugas, el pelo cano, los achaques y el dolor, el recordatorio es aún más fuerte. ¿Cómo afrontar esos últimos años? La actitud, frente al envejecimiento fue ampliamente explorado por Carl Jung.

Como parte de sus postulados, el psiquiatra suizo argumentó que la vida de un ser humano puede dividirse en cuatro arquetipos o cuatro etapas por las cuales todos hemos de transitar. Se trata de momentos que debemos recorrer y que se entienden en función de nuestra madurez emocional.

 La primera, conocida como la Etapa del Atleta se refiere a las actitudes narcisistas que nos caracterizan en los años de juventud, en que nuestra principal preocupación se centra en nuestra apariencia y la forma en la que el mundo nos ve. Pasamos horas viéndonos frente al espejo, intentando definir nuestro mejor lado, el corte de cabello idóneo, criticamos nuestra nariz y el tamaño de nuestros ojos. Todo gira en torno a nuestra imagen, y los beneficios y gratificaciones que ésta traiga.



La segunda es la etapa del guerrero, caracterizada por esa hambre de devorar y conquistar al mundo. Anhelamos ser los mejores, tener lo mejor y hacer todo mejor que el resto. Se trata de una época de dominio, de mostrarnos superiores al resto del mundo. Nos comparamos con nuestros allegados, queremos ser mejores que ellos y derrotarlos. Con el transcurso de las victorias, surgirá en nosotros un sentimiento de superioridad con base en lo que hemos logrado.




La etapa de las declaraciones ocurre en ese camino de guerras y conquistas. Rodeado de dinero, poder y posesiones, entiendes que hay algo que hace falta para que puedas sentirte pleno y feliz. Lejos de buscar más bienes materiales, intentarás marcar una diferencia en el mundo, entregar tu vida al servicio de los demás y dejar de pensar sólo en ti. Estás dispuesto a dar todo por los demás, y dejarás de ser narcisista y egoísta.


Por último, la etapa final es conocida como la del espíritu. Se trata de una época de realización y de encuentro con verdades absolutas. Todas las etapas previas no reflejan nada de lo que en verdad eres, pues aquello eres mucho más que un cuerpo, posesiones, amigos, familiares y banderas. Somos seres divinos y espirituales que tienen una experiencia humana y no al revés. Comprendemos que no somos de este planeta, no somos ese cuerpo en decadencia por lo que comenzamos a ver la vida desde otra perspectiva y nos convertimos en observadores de nuestra propia existencia.


Los postulados de Jung respecto a las etapas de la vida guardan una fuerte relación con su visión del envejecimiento y de la vida adulta. En sus palabras, la etapa entre los 56 y 83 años se caracteriza por presentar una oportunidad para convertir el envejecimiento en una experiencia positiva en aras de alcanzar un estado de conciencia mayor sobre lo que podemos hacer el resto de nuestras vidas. Por ende, se trata de una nueva búsqueda del sentido de la vida.

El psiquiatra suizo gustaba de comparar la vida con el transcurso del sol en un día en la Tierra. La infancia, esos primeros años de descubrir el mundo eran la ‘mañana’, mientras que a partir de los 50 años el hombre experimentaba su propio ‘atardecer’. Interesado particularmente en el atardecer, Jung entendió que la sociedad occidental mantenía un concepto ligado a la aferración con la juventud. Aquellos seres que envejecían se resistían a aceptar el paso del tiempo en sus cuerpos y mentes, y pretendían seguir haciendo lo que siempre habían hecho, por el mayor tiempo posible y tratando de mantener la imagen de una persona joven. En cambio, él proponía la vejez como una oportunidad para redefinirnos a nosotros mismos y nuestras relaciones con el resto del mundo. Es un nuevo camino hacia las respuestas de las preguntas trascendentales de la vida. 

La segunda mitad de la vida, el atardecer, no debe estar gobernada por los mismos principios que rigieron el amanecer, pues no tendrán el mismo sentido que tuvieron antaño. Jung propone el concepto de ‘imaginación activa’: una técnica de meditación en que los pensamientos inconscientes se traducen en imágenes y narrativas que pueden darle un nuevo sentido a la vida. Para encontrar ese nuevo significado, el psiquiatra legó algunas excelentes frases que guardan el secreto para una vejez con sentido.

“El atardecer de la vida está tan lleno de significado como la mañana; sólo que su significado y propósito es diferente”.

“Un ser humano no envejecerá hasta los 70 ó 80 años si su longevidad no tuviera significado alguno para la especie a la que pertenece. El atardecer de la vida debe también tener su propio significado, y no puede ser sólo un miserable apéndice a la mañana de la vida”. 

“No hay nada más ridículo e inadecuado que las personas mayores que viven como si fueran jóvenes, pues pierden toda su dignidad. El único privilegio de la edad debe ser la oportunidad de realizar una introspección. Todo se revela en el auto-conocimiento, lo que uno es, lo que se pretende y por qué se vive”.

“Un hombre viejo que no puede despedirse de la vida parece tan débil y enfermizo como un joven que es incapaz de aceptar su mortalidad”.

“El privilegio de la vida es convertirse en quien realmente eres”.

“Para quien envejezca, es un deber y una necesidad el dedicar atención hacia sí mismo”. 

“No podemos vivir el atardecer de la vida según nuestro programa de vida de la mañana, pues lo que era importante en la mañana no lo será en el atardecer, y lo que en la mañana era verdad, en la tarde será una mentira”


Autor: Alejandro Campos.-

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