sábado, 20 de agosto de 2016

APRENDIZAJES Y REENCUENTROS


    


       APRENDIZAJES Y REENCUENTROS



Es un buen momento para rebobinar y mirar hacia atrás. Estar en paz con el pasado, tener nuevas metas y proyectos, combinar la humildad y la sabiduría, procurar estar en forma para aprovechar lo más hermoso de cada época. Porque ver lo que hemos conseguido nos dará fuerza. Desde nuestra experiencia podremos planificar y elegir mejor, repensar y reinventar nuestra vida cuando la ira se aplaca, y pensar en la vejez como una etapa interesante. No me estoy dejando llevar por la fantasía y/o el voluntarismo. Según diversos estudios científicos, tras el bache de los cuarenta, la felicidad remonta y alcanza su apogeo al cumplir los sesenta. Es el momento de encontrarnos ante lo que queremos ser —la mejor versión de uno o una misma—, de estar en sintonía con los deseos y con la forma de vivir que cada cual había imaginado. Serenidad y equilibrio, y nunca olvidar la memoria para reconciliarnos con nuestra propia historia, saber dónde se está y dónde se ha estado. Vamos aprendiendo de nuestros aciertos, nuestros fracasos y nuestras crisis. Como bien señala la psiquiatra Carmen  Sáez, todos los cambios vitales son costosos y lentos porque se elaboran con el tanteo entre el acierto y el error. No olvido las palabras de Gertrude Stein: «La mente humana nada tiene que ver con la edad. Mientras digo esto se me llenan los ojos de lágrimas»… El proceso y la vivencia de la vejez no es un camino de rosas, pero ¿qué época de la vida lo es? Sin embargo, como ya dijo Sócrates: «La vida privada de placer no vale la pena ser vivida». Aparentemente puede parecer casi una provocación escribir sobre el placer en estos tiempos difíciles que vivimos. Pero en mi opinión son tiempos de reflexión, de cambios, no de depresión. Tiempos para madurar democráticamente, para cultivar nuestras capacidades y no perder la disposición a aprender. Quizá es esta la etapa en que más necesario, útil y gratificante resulta el sentido del humor y el buen ánimo. Podemos ser más prudentes y, ¿por qué no?, también más impertinentes, porque somos más libres. Armonía, serenidad, amistad, familia, amor, belleza, cultura, participación, sexualidad, deseo… Podemos recorrer, en la vejez, un camino lleno de hallazgos y placeres. Antonio Gamoneda dice que la vida «es un error, pero dentro de él encontramos cosas como la amistad, el placer estético, la vida amorosa». Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán. La felicidad de envejecer se conquista, y creo que puede ser una tarea apasionante. Como dijo Cicerón, «hemos de estar agradecidos a la vejez, pues logra que no apetezca lo que no conviene». La capacidad para disfrutar y las fuentes de placer son diferentes para cada persona, pero podemos encontrar coincidencias, líneas generales, afinidades, perspectivas parecidas que suelen ser coherentes con nuestra actitud vital. El bienestar requiere de cierto empeño, porque las oportunidades no caen del cielo. Se necesita constancia, armonía entre mente y cuerpo, equilibrio, buen humor y capacidad de adaptación. Optimismo y perseverancia, decía Rita Levi-Montalcini.

Carmen Alborch.-

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