martes, 23 de agosto de 2016

LA PRESION DE LOS ESTEREOTIPOS




                     LA PRESION DE LOS ESTEREOTIPOS
                                                                       
   
De las mujeres suele decirse que tienen una sexualidad más global, más íntima y romántica, menos explícita, que prefieren ser seducidas a seducir, que buscan una forma más literaria e imaginativa de erotismo, que tienen menos conductas  sexuales (menos frecuencia de contactos, menos masturbación, menos deseo). Es decir, aunque se reconozca que hay variaciones en los códigos de galanteo, que existen cambios temporales y culturales que nos advierten de que los modelos están transformándose, los estereotipos siguen funcionando en el imaginario colectivo como una marca de fábrica.
Cuando examino las historias de las adolescentes que se hacen mujeres en el mundo de la posrevolución sexual y de las mujeres de todas las edades cuyos relatos hablan de maduración sexual, de la irritación que sienten ante reglas externas que las orientan en el mundo del deseo, comprendo la gran diversidad de actitudes y prácticas que pueblan el universo femenino. Algunas mujeres de veinte años no han dado ni recibido nunca un beso, mientras que otras han tenido gran diversidad de encuentros con diferentes parejas. Algunas mujeres creen en la importancia de la virginidad mientras que otras la rechazan con desprecio. Algunas aprueban la pornografía, la masturbación, tener relaciones paralelas en el tiempo con más de una persona, mientras que a otras les resulta imposible o se sienten culpables de sus propios deseos. Es decir, ante acontecimientos parecidos, las mujeres tienen, cada una, su particular e idiosincrática forma de reaccionar y de significar los hechos. Desde mi punto de vista a la sexualidad de las mujeres se le han hecho las preguntas equivocadas porque el patrón de comparación siempre es el modelo masculino de sexualidad, también estereotipado e incorrecto. En lugar de preguntarnos cuántas relaciones, cuántos orgasmos, posturas, placer, deseo..., tienen las mujeres, deberíamos cuestionarnos la idea misma del sexo como algo que se es y no como algo que se hace. Si el sexo se refiere a la mecánica sexual es probable que las mujeres tengan más dificultades en un terreno para el que no fueron entrenadas. Pero el sexo no es una práctica con reglas estrictas ni una mecánica que ha de cumplirse. El sexo y la sexualidad son vivencias que se perciben, se buscan, se tienen y, en último lugar se realizan. Cuanto más nos acerquemos a un nuevo registro que, lejos de entender la sexualidad como instinto o como acto, lejos de subordinar el amor al sexo o el sexo al amor y de idealizar cualquiera de los dos, contemple la sexualidad en un sentido amplio, integral, capaz de dar respuesta a las realidades diversas de la relación entre los sexos.

 Las teorías que establecen relaciones abismales entre los sexos suelen afirmar que las mujeres buscan amor donde los hombres buscan sexo (entendido como acto sexual) y, por eso, el entendimiento es casi imposible. Ambos sexos somos esclavos de una cierta hostilidad entre sexualidad y amor y también estamos atrapados en esa sexualidad encapsulada y automática que relega una vivencia compleja e individual a un único objetivo (antes era la reproducción y ahora es el placer) y fuera de esos estrechos márgenes lo que no se ajusta es disfuncional o patológico (un modelo absolutamente médico). Para concluir este apartado decir que entre el modelo tradicional y el actual modelo de hipersexualización no ha habido suficiente tiempo para trabajar el tema de la sexualidad y el deseo desde otros parámetros menos métricos o de rendimiento sexual. Como consecuencia de ello, las mujeres no han podido elaborar un imaginario propio frente a un imaginario impuesto que les dice cómo y cuándo tener relaciones sexuales, de tal forma que muchas se sienten atrapadas en un modelo sexual que no las representa y que les hace cuestionar sus propias vivencias como inadecuadas, traumáticas o desajustadas, de tal manera que los discursos sobre la sexualidad femenina simplifican la realidad y contribuyen a mantener los estereotipos.


 El debate público trata la experiencia sexual de las mujeres (también la de los hombres) de una forma que tiene poco que ver con las ambigüedades de la vida real, establece tantos dualismos de malvadas y santas, atractivas y no atractivas (según los cánones del momento), las que se masturban y las que no lo hacen, las “frígidas” y las “ninfómanas” (términos patriarcales), que las mujeres comentan que no saben imaginarse a sí mismas actuando más allá de las toscas imágenes y guiones de nuestro lugar y tiempo concreto.

Pilar Sampedro
Psicòloga y Sexòloga.-

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