martes, 13 de septiembre de 2016

VEJEZ Y SERENIDAD





                             Vejez y Serenidad


Hemos llegado a un momento del mundo y sus desbordes, en que parece no estar bien visto eso de tener muchos años.
La expresión “anti-aging” alude a ofrecer métodos, técnicas y recursos para aparentar menos edad de la que se tiene.  Pero, por suerte, hay – habemos – muchos que en lugar de emplear todas nuestras fuerzas en eludir al envejecimiento y sus signos,  preferimos rescatar concientemente la vida que late y brilla entre las arrugas o la flaccidez.  En realidad somos los que hemos decidido sumar al arte de envejecer para vivir este proceso  a pleno, en lugar de vivirlo en contra.
Mucho se ha escrito sobre el “arte de envejecer”,  las reflexiones en general apuntan hacia aquellas cuestiones que se nos plantean en este estadio de la vida,  con preguntas comunes para todos:  còmo transcurre?, dónde me encuentro en este momento?,  què me espera?, còmo me puedo preparar para eso que me espera? , què está en mi mano hacer  y què no?
La naturaleza ha hecho lento este proceso, y asì es con una finalidad:  ayudar a la vida que viene detrás de nosotros, aportándoles todo nuestro saber y nuestra experiencia.
Este proceso de envejecer nos permite descubrir recursos que nos pueden hacer la vida más fácil y más rica, y  uno de ellos es la SERENIDAD.
No una apariencia de serenidad, sino algo autèntico y profundo, para lo que el primer paso de este sendero es la disposición a reflexionar sobre las etapas de la vida, reconocer que dicha reflexión no es la misma en cada una de ellas, y comprender las características propias de los años de la vejez y del envejecimiento,  y de ese modo lograr sea más fácil que nos dejemos atrapar por la serenidad.-
Comparar la vida con un dìa normal  en que la mañana está cargada de energía,  asociándolo al primer cuarto de nuestra existencia, en el que todo está abierto y por venir,  con un lema común que podría expresarse en: “yo puedo ser esto, si quisiera”, ya que el campo de posibilidades ante nuestra vista, es prácticamente ilimitado:
Sobre los treinta años ubicaríamos el segundo cuarto de la vida,  y la pregunta fundamental es: “què planes se pueden realizar aùn?”.  Y, al llegar a los cincuenta, se alcanza la mitad de la vida:  aquí, la Serenidad sólo es posible si estamos dispuestos a dejarnos llevar por la transición que supone.  Ahora, nuestra mirada cambia de objetivo, y paulatinamente vamos sustituyendo el futuro por el pasado, preguntándonos còmo ha transcurrido nuestra vida y què hemos hecho y logrado hasta hoy.


Cuando ya nos encontramos con los sesenta años, estamos en el tercer cuarto de la vida, y para lograr esa ansiada y necesaria serenidad ,  deberíamos adquirir conocimientos sobre las peculiaridades de esta etapa,  mantener una actitud abierta y receptiva a los cambios asociados a la edad y,  comprender y aceptar los retos que los años traen consigo.
La fuerza de nuestro espíritu   y la salud menor o mayor de nuestro organismo, nos permitirá continuar afirmando “yo puedo”, aunque nos rebelemos ante el cierre de muchas alternativas que se nos presentan.
Serenidad ahora,  es reconciliarse con la palabra “aùn”:  “aùn tienes buen aspecto”, “aún estás en buena forma”,  “aùn mantienes la cabeza clara”.  Y  esto  no siempre es fácil de aceptar, porque se trata de còmo nos ven los demás, y nó como nos sintamos nosotros.
Vendrán a nuestro auxilio, las costumbres, los hábitos que tengamos y que deberíamos intentar mantener por la sencilla razón de que son conocidos y tienen nuestra confianza, para lo que no debemos emplear fuerzas extras, cuando ya nos encontramos en el cuarto cuarto de la vida.- 
Disfrutar de esas costumbres fiables y contenedoras no significa negarse a introducir cambios, novedades, manteniendo la curiosidad y permitir que nos seduzcan las delicias que la vida aùn nos brinda cada dìa.  Los recuerdos y la nostalgia, el placer de comunicarlos y compartirlos, las charlas con amigos y amigas,  y descubrir el placer de no hacer nada, si es lo que deseamos en ese momento.
La Serenidad nos justifica el deseo de no correr detrás de todos  los placeres, como antaño, porque no todo es placer en la vida.
La Serenidad, también, nos protegerá para eludir  la depresión, la melancolía, aceptando en cambio – serenamente – lo inevitable, parte ineludible de cualquier experiencia vital.-

Son muchos los recursos a los que acudir, y uno de ellos es no huir del contacto físico, reconocerlo como un modo de estímulo no sòlo físico, sino espiritual.  Este contacto puede ser similar al placer de observar un paisaje hermoso, escuchar una vieja melodía, saborear un exquisito manjar.-
Las relaciones que hemos cultivado durante toda la vida, pueden estar aún cercanas y disponibles, la pareja, los amigos, los hijos, los nietos ,  los familiares más cercanos.   Continuar  desarrollando ese entramado de vínculos  o inaugurar alguno diferente; nuevos amigos, conocidos con quienes departir y compartir.
Todo lo anterior nos aviva el conocimiento,  el afán de conocer más respuestas y poder brindar las que hemos aprendido de nuestra propia experiencia.  No se trata de encontrarle el sentido a la vida, sino del sentido EN la vida,   el còmo y por què hemos hecho lo que hicimos, el sentido de los fenómenos y las experiencias propias y también ajenas que nos han influido.
Maravilloso sería – y lo es – poder observar todo el escenario, lo negativo y lo positivo sin juzgar;  el tribunal supremo de la existencia somos nosotros mismos ante nosotros mismos, solo ante nosotros a esa altura de la vida, se pueden justificar hechos, aciertos y errores.
El lograr estar de acuerdo con lo realizado será motivo de alegría, la que – desde luego – no podemos esperar sea permanente (nada lo es!) sino la sensación de plenitud, de sentirse lleno, de haber recorrido un sendero y haberlo hecho a nuestro modo, hasta hoy.

La Serenidad, en fin, nos proporcionará la posibilidad de la aceptación que, gozosa o nò, será lo que hemos logrado por y para nosotros mismos.


Más adelante…? más adelante  continùa el sendero  hacia el Todo que cada uno conciba.-

Fuente:
Sosiego. El arte de envejecer
Wilhelm Schmid.-

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