El Amor romántico, hoy...
“La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual”.
Erich From
Y lo es porque el amor requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres posmodernas.
Por eso el amor, más que una realidad, es una utopía emocional que se inserta en un mundo que ansía las emociones fuertes, intensas y constantes.
En la posmodernidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente; probablemente la vida tediosa y mecanizada exacerba estas necesidades evasivas y escapistas. Esta utopía emocional individualizada surge además en lo que Lasch denomina la era del narcisismo; en ella las relaciones se basan en el egoísmo y el egocentrismo del individuo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfY6mDGzlMV1tbgScKJT0wk9-XIbKhckYARhtKB9jo-l9zccqNyz4ZFNF8YhPiZ2upEovqKgvLK8tb-R1nloSFs8oqN6L8HtTLTD8GDI8zLupkSnpSqoPd0ltvXk9_ngPO-ba8sALnx43N/s400/carrie_bradshaw_1592_544x.jpg)
El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos, se contempla siempre en uniones de dos personas que se bastan y se sobran para hacerse felices el uno al otro. Quizás por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un “nosotros” colectivo, sino de un “tú y yo para siempre”. El amor se canaliza hacia la individualidad porque, como bien sabe el poder, es una fuerza energética muy poderosa. Jesús y Gandhi expandieron la idea del amor como modo de relacionarse con la naturaleza, con las personas y las cosas, y tuvieron que sufrir las consecuencias de la represión que el poder ejerció sobre ellos.
El amor sin duda constituye una realidad utópica que choca con la realidad del día a día, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL_w2Iebi-Xl0S_E6MTk08KLzh-_tTZLUQ5oZBPfipS-v6GNbFXo_XDCzQkJaW6SANLDu1tDMI8ahhq4YwJmyoQQ1zzZAe5lO3bthZW8IjLTY5hdX0mPfpz5YqqFeLMEqz8FbhnGQvFr1b/s400/18880210.jpg-r_640_600-b_1_D6D6D6-f_jpg-q_x-xxyxx.jpg)
Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, navegar, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro “aquí y ahora”, y este proceso en ocasiones es adictivo. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante o, en términos narrativos, maravilloso, porque se unen dos biografías que hasta entonces habían vivido separadas, y se desea que esa unión sitúe a los enamorados en una realidad idealizada, situada más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de la contingencia. Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido es algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.
Otro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos grandes contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUj42bHPvdsmgFu2fT2q8yrI1qoxFT5XiT43Kpm-npCM6RaSfGqu5Y3Aw3lPZoQbtoVraZ6CV609La6c-mY3viXnx24OKxfX9HcCoqPJAwGp7x92jiJaGs-baf-XBAg_SyN4Cr15T5Tu2t/s400/f9225a3c37cf4e91d9196072cec54509.jpg)
El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina. La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la imposibilidad.
Si la primera contradicción amorosa posmoderna reside fundamentalmente en la libertad, la segunda reside en la ansiada igualdad entre mujeres y hombres. Por un lado, la revolución feminista de los 70 logró importantes avances en el ámbito político, económico y social; por otro, podemos afirmar que el patriarcado aún goza de buena salud en su dimensión simbólica.
De todos modos, y más allá de análisis e hipótesis, la gente sigue enamorándose, se busca y crea historias en comùn.
El amor romántico existe y tiene las peculiaridades de los tiempos, viable o nò... se le sigue buscando!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
... ya transitan por mi sendero, los invito a conversar!