jueves, 30 de agosto de 2018

La Tercera Mujer, la lucha continùa...





Hace 17 años el filósofo frances Gilles Lipovetsky publicò un  libro titulado "La tercera mujer - Permanencia y revoluciòn de lo femenino", en donde expone su teorìa sobre la posiciòn de la Mujer de la posmodernidad y en el marco de las luchas feministas .
Autor de varios libros, analiza lo que se ha denominado sociedad posmoderna, con temas como el consumo, el hiperindividualismo contemporáneo, la hipermodernidad, la cultura de masas, la globalizaciòn, el hedonismo, la moda y lo efìmero, el culto al ocio, la cultura como mercancìa, el ecologismo como disfraz social, entre otros.
La posiciòn de Lipovetsky en su libro pone en tela de juicio, o al menos sacude el pensamiento sobre lo que han sido las últimas dècadas para las mujeres de Occidente al conquistar el derecho a decidir por sì misma y su cuerpo, su fecundidad, el derecho absoluto al conocimiento y a desempeñar cualquier actividad.
Lipovetsky dice que lo alcanzado no significa que se haya logrado la intercambiabilidad o similitud entre los sexos femenino y masculino y que la tarea de los grupos activistas del feminismo como asì tambien la cultura y la sociedad occidental, no han hecho tabla rasa sobre el tema ni han logrado liberar, en sentido amplio, a la Mujer.
Desarrolla entonces  un interesante estudio que observa a la mujer en tres  paradigmas diferentes, a los que simplemente ha denominado como La Primer Mujer, la Segunda Mujer y la Tercera Mujer.

Segùn él, desde que la Historia lo registra, la  mujer ha sido degradada o desvalorizada; y observando la divisiòn de roles entre ambos sexos, a los hombres  se les engalanò con valores positivos y superiores como la guerra y la polìtica, y a las mujeres se les reservò un segundo lugar, asignándoles tareas y responsabilidades con diferente valorizaciòn por considerarlas secundarias (el cuidado del hogar, la recolecciòn, etc). En el caso de la maternidad la valorizaciòn mejoraba, pero de manera relativa, ya que el hombre era el "dador de vida", mientras ellas eran las "cuidadoras del gèrmen de la vida".-
Se desarrolla asì el paradigma de la PRIMER MUJER, segùn Lipovetsky.
Y èsto es muy evidente en los mitos en donde la mujer es revestida de un caracter misterioso en ocasiones, pero tambièn con gran potencial maléfico, generalmente socia de las fuerzas del mal que atentaban contra lo establecido, contra el orden social.  No se las percibian dueñas de valores positivos, por el contrario se las ve como seres engañosos, licenciosos, inconstantes, envidiosos.
De todas maneras, en algunas sociedades de la antiguedad remota y en algunos centros primigenios de cultura,  la mujer tenia derechos sobre la propiedad, la vida y la educaciòn en el ámbito domèstico; incluso - como sabemos -ejercian sacerdocio.  Pero, aùn se desplaza en las sombras, y no les corresponde, como a los hombres, gloria e inmortalidad, honores pùblicos  como retribuciòn a la construcciòn de la historia.


Citemos como ejemplo a la mujer de la antigua Roma, en donde tuvieron niveles importantes de independencia y derechos, pero como contrapartida se les negaba el acceso a los cargos polìticos y a  tareas vinculadas,  por lo que, en el fondo, continuaban siendo seres inferiores.
Como dijo Pericles, "la mejor de las mujeres es aquella de la que menos se habla";   frase que no nos es desconocida aùn hoy en dìa.  Desde Séneca a Plauto, Aristòfanes y hasta los predicadores cristianos, las palabras dirigidas a ellas eran de subestima, objeto de sàtiras y descrédito de sus valores; era presentada como "un mal necesario" cuyo destino era realizar tareas sin brillo y por lo tanto no ser consideradas por sus obras.
Esta PRIMERA MUJER, fue la DESPRECIADA.-
La apreciaciòn de esta "primera mujer" se deslizò por varios siglos, y hasta en algunos rincones del siglo XX, se pudo detectar esa imagen del pasado más remoto.

Pero llegamos a la Edad Media y por allí, a partir del siglo XII y con la apariciòn del famoso "Código Cortés" se desarrolla el culto a la Dama y a sus virtudes.- Durante los siglos XVI y XVII  la figura femenina alcanza su momento de gloria y rendido reconocimiento en los discursos plenos de elogios de los Ilustrados, destacando el papel de la mujer en los benéficos efectos sobre las costumbres y el arte de vivir.
Cuando llegamos a los siglos XVIII y XIX se sacraliza a la "esposa - madre - educadora". La mujer se convierte en la soberana, no sòlo del corazòn del hombre que la ama y reverencia, sino que tambièn se magnifica su naturaleza y pasa a ser el "bello sexo". Presenciamos el paradigma de la SEGUNDA MUJER.
La literatura, la pintura y toda manifestaciòn artìstica la glorifica, y aùn cuando hayan ejemplos de descrédito de su imagen,  en general se la considera la luz que engrandece al hombre. El antiguo desprecio se ha convertido en sacralizaciòn de su imagen.


Pero, a pesar de todo lo anterior, hay un àrea en donde el hombre sigue siendo el agente dominante y dominador: las decisiones importantes siguen siendo las suyas, la polìtica es su coto y de ese modo persiste la jerarquìa social de los sexos. En los hechos las mujeres continùan sin poder desarrollarse en el terreno polìtico, debe obediencia al marido y la independencia econòmica e intelectual es la excepciòn.
No obstante no se les niega el poder de ejercer influencia sobre los grandes acontecimientos del mundo, pero oculta y desde las sombras. La SEGUNDA MUJER serà la EXALTADA, modelo y objeto de reverencia y respeto, idolatrìa; pero las feministas de la època revelan la supremacia  del poder masculino y la rebeldìa comienza a ser expuesta a la opiniòn pùblica, indicando un camino que no se detendrá.
Tenemos entonces que a la Primera Mujer se la demonizò y despreciò, a la Segunda Mujer se la idealizò y colocò en un trono, pero en todos esos casos la mujer siguiò siendo  dependiente del hombre,  su subordinada, no era otra cosa que lo que èl queria que fuera.

La TERCERA MUJER ha conquistado muchas e importantes cosas entre ellas dejar de ser un "ideal" para convertirse en una mujer real en su casa, en los estudios, en el trabajo; la conquista del voto, el divorcio, la libertad sexual, el control de la procreaciòn,  y al autodominio de si misma en todas las esferas de la existencia del  ser humano.


La "mujer ama de casa" ahora tiene ante sì la posibilidad de desestructurar los viejos roles que le habian sido asignados desde fuera, y desde su voluntad y deseo decidirà su propio destino.Desde què estudios realizar hasta como congeniar la maternidad con la vida laboral, pasando por la elecciòn entre casamiento o uniòn libre, divorcio, tener hijos o nò, de tenerlos, cuàntos?, y todos los etc posibles, la mujer ahora "elige".
La "primera mujer" como la "segunda" eran subordinadas a la voluntad del hombre; la "tercera" supone una autocreaciòn, es fruto de si misma, es su propia obra.
Pero, aùn siendo de este modo, Lipovetsky nos dice que ambos géneros están en el mismo punto de posibilidad de construccion de su propio yo, lo que  no significarìa una conquista mayor, sino una igualaciòn de las condiciones de los dos géneros, consagrada por una cultura que asì lo permite y fomenta la individualidad de la persona. En otras palabras, hoy se les concede tanto al hombre como a la mujer el derecho a elegir su destino individual, pero eso no significa una intercambiabilidad de sus roles y lugares.Segùn el autor, y a pesar de todo lo anterior,  la variable "sexo" sigue orientando la existencia y, fabricando diferencias de sensibilidad y de aspiraciones. Serà sobre todo en el àrea laboral, donde la diferencia trabajo masculino/trabajo femenino lo evidencia más claramente.

A pesar de la irrupciòn destacable de la mujer en el ámbito laboral, aùn queda por resolver una diferencia estructural al momento de intentar articular la vida familiar con la profesional; ya que generalmente para los hombres, ambos escenarios aparecen como algo separado, mientras que para las mujeres, no es asì.
La cultura individualista que impera en Occidente no termina de resolver este asunto, ya que por un lado el proyecto profesional en los hombres, va por delante de su posible paternidad, pero en el caso de las mujeres, cuando asì se plantea, no logra concretarse sin cierta culpabilidad o velada censura social.
Por más que se haya avanzado, y en el terreno profesional laboral es en donde se percibe más, aùn siguen siendo las mujeres las que asumen la mayor parte de la responsabilidad domèstica, la educaciòn de los hijos y las tareas del hogar.
Lipovetsky nos dice que no es posible avizorar a corto plazo una conmutaciòn de los roles en el ámbito doméstico familiar. Podremos hablar de "revoluciòn", pero èsta tiene limitaciones respecto al rol de la mujer en la sociedad.  
Aunque exista la libertad de gobernarse a sì mismo, Lipovetsky nos dice que esa libertad se construye sobre normas y roles sexuales que permanecen diferenciados; además el lugar de la mujer en el àmbito familiar, no es solamente por el peso cultural y las actitudes egoistas de los hombre, sino porque estas tareas enriquecen sus vidas emocionales y relacionales y le dan a su existencia una dimensiòn de sentido diferente.
Insiste, muchos han sido los logros, pero la conquista de un espacio igualitario continùa y requiere repensar las formas sociales, los roles y el modelo de una "tercera mujer".-

Fuentes:
Gilles Lipovetsky - La Tercera Mujer, permanencia y revoluciòn de lo femenino.-
William Roberto Daro - La mujer posmoderna y el machismo.-





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